El enfrascamiento de los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional en nada abonan a la democracia, por el contrario, impulsan el abstencionismo. Por ello cada vez son más los ciudadanos que ya no creen en las formaciones políticas, menos en los militantes de las mismas.
Con los dimes y diretes que se traen los priistas y panistas, ya aburren con sus boletines y sus declaraciones a los medios masivos de comunicación que viven de los escándalos; el morbo de los lectores, televidentes y radio escuchas ya raya en la burla, en la indiferencia. No es de extrañarse en las redes sociales circulen chistes relacionados con el supuesto lavado de dinero de Ricardo Anaya.
Actos bajos de esa naturaleza se ven en el vecino país: Estados Unidos de Norteamérica, donde la gente goza viendo cómo se señalan los candidatos a cargos de elección popular, al ver la televisión casi llevan sus palomitas, refrescos o cervezas para ver quien los hace reír mejor ; hasta parodias son realizadas en importantes cadenas televisoras.
Los hay políticos estadounidenses que haciendo uso de la tecnología ponen en jaque a su país y al mundo entero, caso concreto, Donald Trump que se da unas divertidas con su cuenta de twiter, alterando los nervios de la humanidad con sus ocurrencias irresponsables que pueden llevar al colapso, al fin del globo terráqueo.
Que lamentable es que los políticos mexicanos emulen las acciones, las formas de conducirse de los bélicos norteamericanos. A los electores se les gana con propuestas claras, viables, convincentes, no con ataques personales o de grupo. En el país vivimos la transculturación gringa –que nada tiene que ver con la visión de la globalización.
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