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Articulo.-Cien años de un grande

8Hace una semana, el pasado 30 de marzo, México celebró el natalicio del poeta y escritor, quizá con mayor influencia en el país, Octavio Paz; un día antes murió su hija, Helena Paz Garro, hija también de la escritora Elena Garro, de esta manera se acaba la tradición de una familia literaria.

Aunque, como suele ocurrir, muchos mexicanos no están familiarizados con su obra, pero muchos conocen su nombre, pues entre sus máximos logros, que también se atribuye el país, es haber sido premio Nobel de Literatura en 1990.

La Académica Sueca le dio este galardón por su obra apasionada, abierta sobre los vastos horizontes, impregnada de sensual inteligencia y de humanismo íntegro.

En su obra se refleja la sinergia de las culturas, algo que él tenía de raíz, herencia española  e india de sus padres.

Pero además su identidad mexicana queda profundamente plasmada en la que quizá sea su obra más significativa, “El laberinto de la soledad” (1950), en donde exhibe la psicología, el actuar y la moralidad, es decir, la idiosincrasia del mexicano.

En sus últimos años fue crítico de la política en México, de manera particular de las corrientes de izquierda, por lo que ocupó un espacio en los programas de Televisa, sin embargo siempre se deslindó del poder gubernamental y de Televisa: “He usado a Televisa como Televisa me ha usado a mí”.

Paz también llegó a recomendar a los presidentes George Bush, de Estados Unidos, y Carlos Salinas de México, así como a los especialistas en ciencia política, a leer poesía, pues el hombre va más allá de las economías y las intelectualidades, son más complejos con sus pasiones (amor, odio, amigos, miedos, muerte).

Octavio Paz vivió sus últimos años en México y en el aniversario número 20 de la revista Vuelta, el poeta dijo: “No queremos ganar conciencias o votos; queremos decir algunas cosas y queremos ser oídos. Nos anima, desde el primer número, una idea de la literatura que se puede, sumariamente, reducir a dos vertientes: decir y oír (…) Vuelta no ha querido sino ser parte del proceso en que consiste esencialmente la literatura: la relación viva entre el decir y el oír, el nacimiento silencioso y solitario de la obra y su prodigioso y múltiple renacer en el espíritu de sus lectores”.

Los ojos de Octavio Paz se apagaron el 19 de abril de 1998, a la edad de 84 años, sin embargo su obra aún sigue siendo un camino de luz para México, siempre vigente, siempre crítica.

 

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