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LUIS ZAMORA CALZADA

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¿VIDA DEMO- CRÁTICA? 

Es imposible concebir una demo- cracia electoral, en un país en donde no participa el 54% de su padrón electoral, las votaciones

para las elecciones de sus representan- tes populares carecen estrictamente de legitimidad, el gran ganador como siempre es el abstencionismo, la gente no acude a votar, simplemente porque no le interesa ejercer ese derecho y obligación que le concede la ley su- prema del país.

El problema básico del absten- cionismo, como se ha escrito a lo largo de los tiempos del dominio de grupos enquistados en el poder, se sintetiza en educación y pobreza, una ciudadanía preparada construi- ría otros escenarios en los resultados electorales y no serían susceptibles de la venta de su voto.

Suena repetitivo mencionar que la escuela pública tiene una gran res- ponsabilidad en la temática, con la urgencia de un nuevo perfil de maes- tro, conocedor del estado de derecho tan citado en los discursos y con una ausencia casi permanente en la prác- tica, siendo actualmente insuficientes los conocimientos pedagógico y te- máticos de la tiras curriculares, para ejercer la docencia que requiere la población escolar de nuestro país.

En otro orden de ideas, la tendencia gubernativa y la del presidente elec- toral, Lorenzo, es convencer que las elecciones “son parte de lo cotidiano de la vida democrática”, sin reconocer el fracaso que representa la baja par- ticipación ciudadana, que contraviene a la Constitución Política de México.

El burlón de líderes indígenas, pa- rece no darse cuenta que sus decla- raciones no se olvidan, aun cuando alegue dialogo privado, lo dicho: “Exactamente. No mames, desde las dramáticas reuniones con los padres de Ayotzinapa hasta esto; no mames. No voy a mentir y te voy a decir como hablaba ese cabrón yo jefe gran na- ción chichimeca, vengo Guanajuato, yo decir aquí o diputados o yo no permitir tus elecciones”, señala en su conocida grabación investigada, que independiente de la escolaridad que ostenta, refleja una profunda discri- minación hacia los pueblos originales de la nación, restándole calidad moral para hablar de vida democrática.

En este contexto, los dieciocho mil quinientos setenta y dos millones de pesos de presupuesto que tiene el Instituto Nacional Electoral, parecen ser un gran desperdicio, al no propo- ner mecanismos para contar con un padrón electoral con educación en la materia, un marco jurídico que garan- tice la participación de los registrados y un conocimiento ciudadano de las obligaciones de los representantes populares en todos los niveles, lo cual puede ser inconcebible para los titulares en turno, cuando se ejerce la función sin una noción de la responsa- bilidad inmediata y se maneje por la improvisación y las inercias impuestas desde personajes y ámbitos diversos.

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