La llamada reforma laboral de 2012, sin lugar a dudas comenzará a afectar a miles de trabajadores, aun cuando el Gobierno Federal saliente, que mal representó Felipe Calderón Hinojosa, dijera a través de la televisión y de la radio que quedarían garantizados los trabajos para los jóvenes.
No sabemos cómo va a quedar garantizado el trabajo si los contratos van a ser individuales; entre el que ofrece su fuerza laboral y el empresario, si los contratos serán de seis meses, y si las rescisiones se pueden hacer ya hasta por internet, método por demás cobarde porque los empleadores deben de tener el valor civil de enfrentar los problemas laborales de manera personal.
De seguir vigente esa contrarreforma laboral, en un tiempo no muy lejano los sindicatos desaparecerán sin que nadie pueda evitarlo, pues serán cada vez más los contratos individuales armados a favor de los dueños del capital, con argucias psicológicas. A los demandantes de trabajo no les quedará de otra que aceptar las condiciones que sean con tal de llevar unos cuantos pesos a sus casas.
Ante esa situación, hay quienes opinan que no queda otra que la lucha organizada de la clase trabajadora para echar abajo esa contrarreforma laboral y de esta manera reconquistar por la vía pacífica los derechos logrados con tanto sacrificio y con tanta sangre de miles de obreros y campesinos en la lucha armada de 1910, que culminó con la derrota del dictador Porfirio Díaz Mori, y con la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Por cierto, hay otra salida: que el nuevo gobierno federal que encabeza el mexiquense Enrique Peña Nieto eche atrás esa contrarreforma; que se reivindique con los obreros, con los trabajadores. De no hacerlo, su discurso de la equidad para que todos los mexicanos veamos elevado nuestro nivel de vida será simple retórica.