¿Qué credibilidad pueden tener aquellos políticos o líderes partidistas que saltan de un partido a otro? ¿Qué los mueve a hacer esto y dónde quedan sus convicciones?
¿Ideológicamente en que se parecen el PRI al PAN o al PRD? Y lo mismo todos los demás.
En las dos últimas semanas, previas a los cierres de campaña, los partidos políticos y sus candidatos ofrecían conferencias de prensas para anunciar muy orgullosos que tal personaje y su gente había abandonado las filas de su partido para sumarse a sus proyectos.
Los desertores argumentaban que en sus partidos, en los que llevaban militando hasta por 30 años, los líderes eran prepotentes, estaban imponiendo candidatos, sus intereses estaban por encima de la población, etcétera, etcétera…Cosa rara que tantos años después se dieran cuenta de esto y precisamente en el proceso electoral.
Aunque hubo algunos más honestos que declararon que en sus antiguos partidos no había apertura y no tuvieron cabida, es decir, no tuvieron hueso para roer y por eso saltan a otro partido, donde seguramente si les prometen, aunque sea, cualquier cosilla.
Y pensando muy mal, los partidos claramente “no dan paso si huarache”, los reciben, sin importar quiénes son, de qué partidos provengan o qué mañas tengas, lo importante es la suma de votos, los mil, dos mil o tres mil sufragios que pueden hacer la diferencia en las elecciones y darles el triunfo.
Cosa similar son algunas alianzas, qué tiene que hacer un partido de derecha con uno de izquierda, son polos opuestos. Al parecer al partido más poderoso, el que normalmente coloca a su candidato, solo les interesa arrebatarle el poder político a otro partido, y se acompaña del pequeño para sumar votos; mientras que este pequeño se alía con el grande para mantener su registro, pues por sí solo no logra mucho.
Entonces, reiteramos, qué credibilidad pueden tener. La gente ya está cansada de todo este teatro, de la falta de convicciones y de credibilidad de los partidos y sus integrantes, más cuando van navegando de un organismo político buscando un lugar para seguir viviendo del erario.
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