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Arturo Ugalde no cabe en el equipo de Peña Nieto

En medio de severas acusaciones por nepotismo político hechas por militantes de su propio partido, así como de fundados reproches de la ciudadanía de Tlalnepantla por su ineficiencia administrativa, además de reclamos del empresariado de la localidad por incumplimiento de compromisos y de constantes demandas de pago de deudas por publicidad de los medios informativos locales y estatales, pero sobre todo por sus desplantes de soberbia y desprecio, el aún presidente municipal de Tlalnepantla, Arturo Ugalde, está a punto de concluir su segundo periodo de gobierno, que deja sumido al ayuntamiento en un mar de deudas y en un océano de corrupción, que no podrán ser subsanadas en el corto ni mediano plazos.

Muy lejos quedó el fulgurante periodo político de Arturo Ugalde, cuando por su tenacidad en el trabajo, su compromiso político con la ciudadanía y con la ideología de su partido el Revolucionario Institucional, que desde muy joven lo arropó en sus filas y lo llevó a ocupar, por primera vez, la presidencia municipal de Tlalnepantla y de ahí la Secretaría General de Gobierno del Estado de México, hasta culminar como Presidente del Comité Directivo Estatal del PRI.

De manera inexplicable, Arturo Ugalde se convirtió en un político ambicioso, ególatra, soberbio, pero lo más lamentable, en un hombre mal agradecido con la gente que, en sus inicios en la actividad pública, le echó la mano de manera solidaria y sincera para que fuera escalando en la jerarquía de la política estatal. Y no se diga de su separación de la militancia priista que lo apoyó en su paso por la dirigencia estatal tricolor.

El oriundo de Santa Cecilia deja un muy mal sabor de boca en la ciudadanía de Tlalnepantla, que le confió su voto para encumbrarlo por segunda ocasión en la presidencia municipal, esperanzada en que iba a realizar la obra pública que necesita urgentemente la localidad y a meter en cintura a la policía. Lejos de ello, los baches, la basura, la inseguridad, la ineptitud de los funcionarios, la venta de favores, el tráfico de influencias y el nepotismo sentaron sus reales en el ayuntamiento protegidos por la omisión de sus funciones de Arturo Ugalde.

La desvergüenza como funcionario público se adueñó de la actuación como presidente de Arturo Ugalde. Mejor prueba de ello es que se adjudicó un salario de 750 mil pesos mensuales, superior inclusive al del propio presidente de la República y que no corresponde a los tabuladores salariales de funcionarios del Estado de México, que establecen que un presidente municipal no debe ganar más de 130 mil pesos mensuales. Sin embargo, el presidente aún en funciones no ha dicho nada al respecto, como tampoco lo ha hecho cuando en abril de este año, su hija Mariana Ugalde se convirtió en escándalo en las redes sociales, luego de que en su página de facebook exhibiera una fotografía en la que aparece a bordo de un lujoso yate de su propiedad.

También el nepotismo de Arturo Ugalde ha cobrado varias facturas en las arcas municipales. Su hermano Armando Ugalde ocupa un puesto desde donde ha hecho grandes negocios consiguiendo licencia y permisos de funcionamiento de giros negros, que ya habían disminuido en Tlalnepantla. Asimismo, su otra hija, Denisse Ugalde Alegría, durante la primera parte de la administración municipal de su padre, se desempeñó como titular del Sistema Municipal DIF, desde donde la catapultó para la candidatura del PRI a diputada federal por el XIX distrito electoral, dejando con un palmo de narices a la verdadera militancia priista de ese distrito, en donde hay líderes con una carrera consolidada y merecimientos comprobados para ser representantes populares, pero que por desgracia no tienen un “papi” como Arturo Ugalde.

Y pese a todo este espectro de nepotismo, ineficiencia y prepotencia en su administración, Arturo Ugalde se dice uno de los “hombres fuertes” del presidente electo Enrique Peña Nieto y a sus allegados les ha confiado que ocupará un puesto relevante en el gabinete del oriundo de Atlacomulco.

Soñar no cuesta nada, pero sería un gran error del presidente electo Enrique Peña llamar a un político en decadencia como Arturo Ugalde, que ha dado suficientes muestras que lo suyo no es el agradecimiento, ni la congruencia en lo que dice en sus demagógicos discursos y lo que hace como funcionario público. La ciudadanía no se merecería caer en las manos de un soberbio político como Arturo Ugalde, que no tiene el tamaño, ni moral ni político, para formar parte del gabinete presidencial.

 

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