Editorial

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Algunas religiones satanizan el hecho de que un hombre o una mujer se inclinen por personas de su mismo sexo, y por ello, este sector, considerado dentro de los grupos vulnerables se escondía en el closed, por el temor a la discriminación y al qué dirán  de parte del prójimo conservador.

Sin embargo, con el transcurso de los años, desde 1969 en que inició una protesta contra una razzia ocurrida en un conocido centro social de Nueva York, el sector que nos ocupa comenzó una fuerte lucha en contra de la estigmatización, de los prejuicios y a favor del respeto a las personas por su preferencia sexual o, por, desafortunadamente, tener VIH/SIDA.

Han sido muchos los países del mundo, donde los políticos, tomando conciencia de que vivimos tiempos de modernidad, donde ha quedado atrás todo tipo de acto irracional, han promovido leyes que no solo protegen los derechos de los grupos vulnerables sino que permiten los matrimonios entre personas del mismo sexo.

Desde el punto de vista humanitario, la existencia de leyes anti discriminación son aciertos dignos de aplaudir a los políticos, que son los que elaboran, discuten, aprueban y promulgan las normas que rigen la sana convivencia  entre los seres humanos.

Por ello, en este caso, las personas merecen respeto por el solo hecho de ser seres humanos, aunque sus preferencias no sean iguales a las de otras gentes; aunque sean rechazados por religiones o grupos conservadores, merecen respeto.

Quienes sean lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, transexuales ó intersexuales, su condición no les impide destacar entre las multitudes de profesionistas diversos; los ha habido y muy inteligentes, incluso en las distintas ramas de las ciencias o en la política.

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