Una vez más, las autoridades del transporte han autorizado el alza al pasaje, sin importar qué tipo de unidades prestan sus servicios, ni quiénes son los que operan las unidades, si tienen sus documentos en regla o no; si son gente sin vicios o sin problemas de personalidad: psicológicos.
Sí. En el estado de México, en donde todo se puede en grande, los usuarios del transporte urbano siguen haciendo uso del mismo a pesar de que las unidades se encuentren en mal estado, de que contaminen el medio ambiente con la alta emisión de humo tóxico. A pesar de que algunos choferes, además de mugrosos, sean unos auténticos patanes y traten mal al público o se coludan con hampones.
Para autorizar un alza al pasaje, primero hay que revisar cómo se encuentra funcionando el sector. Si se cumplen con las normas establecidas, si respetan sus derroteros; si cada camión cuenta con su documentación en regla, o si están trabajando dos o más unidades con la misma concesión.
Sobre todo, se tiene que exigir la entrega de un boleto con el cual queda garantizada la seguridad de los usuarios, en caso de accidentes, no hacerlo es solapar toda una serie de irregularidades que sin lugar a dudas viene a beneficiar a los empresarios del transporte urbano, quienes evaden al fisco.
Mientras las negociaciones a las alzas al pasaje se manejan por debajo del agua, al vapor para afectar a los usuarios, los políticos nada hacen por frenar al pulpo camionero. Actúan tarde, solamente cuando han decidido impulsar su imagen para ganar votos y permanecer en la nómina gubernamental. El transporte público se está convirtiendo en un botín político.