Editorial

Editorial.- La protección a periodistas, tema nada fácil de concluir

El tema de protección a los periodistas es un tema nada fácil de concluir mientras no haya voluntad de parte de las distintas clases políticas (porque hay que recordar que las hay de todos los colores representando a los partidos Revolucionario Institucional, Acción Nacional, de la Revolución Democrática, del Trabajo, Verde Ecologista de México, Movimiento Ciudadano, y Nueva Alianza).

Desde la aparición de los medios de comunicación, y por ende de los periodistas (cuya misión es mantener informada a la población de determinada situación; ser el enlace entre el pueblo y los diferentes niveles de gobierno; ser el equilibrio entre el poder y la población gobernada), se inició el debate en torno al respeto a la integridad física.

La historia ha registrado que a través de los años, quienes se han dedicado a esa noble labor, no solo se han visto amenazados, sino hasta han sido asesinados por parte de la reacción, que creyendo que con estas prácticas intimidatorias van a callar la verdad.

Antaño, eran políticos intolerantes los que actuaban en contra del gremio periodístico, que con sangre en las venas, no le quedaba de otra que defender la vida con armas en mano, hasta que medio llegó el respeto. En la Primera y Segunda Guerra Mundial, vemos en gráficas tomadas por compañeros, a comunicadores con sendos letreros en la espalda y en el pecho para que los bandos en pugna no les dispararan, o se trasladaban de un lugar a otro en automóviles rotulados con la palabra Prensa.

Recientemente, la situación es más cruel, ya que el gremio que hoy nos ocupa está a merced del hampa organizada y del narcotráfico, que sintiéndose tocados, balconeados en sus fechorías, cortan el hilo de la existencia, y en el mejor de los casos amenazan al periodista y a su familia.

No obstante, como en la farándula, ante el deceso de un artista “la función debe continuar”. Ante el asesinato de un compañero, quienes nos dedicamos al periodismo por convicción, no nos queda de otra que seguir el camino que escogimos, esperando que una bala no nos corte nuestras aspiraciones humanísticas e intelectuales.

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