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Luis Zamora Calzada

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El Maestro Arcadio

Ese viernes a las dos de la tarde, la voz del maestro Arcadio se escucha en el salón de clases: “muchachos, recojan sus cosas, vamos a hacer el aseo para dejar bien limpio nuestro lugar, ya saben, empujamos las bancas hacia adelante, la comisión de las escobas empiezan a barrer, el equipo para trapear, saquen las cubetas y vayan por el agua, sin mojarse, recuerden que nadie se puede enfermar; todos recogemos los papeles tirados, vean cuanta tierra regada, eso pasa por no limpiarse el lodo que trae nuestros zapatos al entrar al salón; hay dos botes de basura ya llenos, ¿a quienes les toca ir a tirar esa basura?…”, menciona toda una lista de comisiones, ese día se lava el salón con jabón; los niños se mueven presurosos para cumplir cada uno con su encomienda, el maestro se arremanga los puños de la camisa y recoge los dobladillos de su pantalón, sosteniéndolos con sus calcetines, para no ensuciarlos en el aseo, toma una escoba y empieza a barrer la tierra que van dejando los niños de esa comisión.

 

Al terminar de barrer la parte trasera del salón, pasan los niños con las cubetas de agua: “maestro Arcadio ¿dónde está el jabón?”, pregunta Alfredito; “ya saben donde está, saquen la bolsa, con cuidado, sin tirarlo por favor” dice el maestro; el niño abre un estante, busca el jabón, al sacar la bolsa ya no tiene nada, “maestro ya no hay jabón, ¿qué hacemos?”, pregunta el estudiante.

 

El maestro Arcadio sin pensarlo, busca su cartera y saca un billete de cien pesos, “Alfredo compra una bolsa nueva, el salón debe quedar muy limpio, no podemos dejarlo sin trapear, nos podemos enfermar si no cuidamos la limpieza de los lugares donde estamos”, le dice al alumno.

 

El maestro Arcadio trabaja en la escuela primaria “Benito Juárez”, de una comunidad del Municipio de San Felipe del Progreso, la población es de escasos recursos, cada año se inscriben pocos alumnos, es complicado que los padres de familia aporten la “cooperación voluntaria” para cubrir los gastos elementales que necesita la escuela, los docentes tienen que poner de su dinero para muchas cosas necesarias.

 

Para llegar a la escuela los maestros tiene que caminar casi una hora, no hay servicio de transporte que los lleve a la comunidad, el taxi los deja en un crucero, desde donde caminan para llegar a su centro de trabajo; si no salen a las siete y media de la mañana de la cabecera municipal, ya no llegan a las nueve a la escuela.

 

Esto por supuesto no lo considera la reforma, el maestro hace muchas cosas para mantener a las escuelas funcionando, no se trata únicamente de impartir clases, en la gran mayoría de las ocasiones, también se dedica al cuidando de la salud de sus estudiantes en acciones como mantener el salón limpio, los sanitarios aseados, entre otros; constantemente se ve tramitando una serie de apoyos en instancias diversas que pocas veces llegan.

 

En la escuela “Benito Juárez” no hay personal manual que haga el aseo, son los maestros los responsables de esta tarea, no hay dinero para pagarles, el estado por supuesto es omiso de esta responsabilidad.

 

Aun en estas condiciones el gobierno con su “reforma estructural educativa” pretende aplicar una evaluación y si reprueban tres exámenes, adiós trabajo, al fin y al cabo ya hay 26 mil idóneos para sustituir.

 

Ya son casi las tres de la tarde, el salón ha quedado limpio, el maestro Arcadio cierra con llave, todos se han retirado, con él quedan siete alumnos: “muchachos vámonos, tengo que llegar al crucero, a ver si alcanzo taxi”, les dice el maestro y empieza a caminar con ellos en la terracería, los niños lo acompañarán casi cuarenta minutos, viven por el camino que transita todos los días su querido profesor, quien ha terminado sus labores docentes de esa semana de mayo, del ciclo escolar que usted determine.

 

 

 

 

 

 

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