notas

Luis Zamora Calzada

1871, fraude electoral

Quizá el conocimiento de la historia pueda crear conciencia en los ciudadanos, sobre todo si se suma a las manifestaciones de los días recientes, que no tienen precedente en nuestro país, como la protesta realizada en Soriana, en la sucursal Gabriel Mancera de la Ciudad de México, por el presunto apoyo brindado a un partido en las elecciones del primero de julio; el tema del fraude electoral, no es un asunto nuevo, es suficiente incorporar al referente información existente en textos recientes, que se alejan de lo que escolarmente se dice, para obtener otra visión y construir escenarios probables que permitan transformar a la sociedad.

La siguiente cita es un claro ejemplo de otras interpretaciones, que hablan de otras realidades y hechos acontecidos, sin incurrir en descalificaciones iniciales de personajes, se puede normar un criterio justo, veamos: “en ese trance no es exagerado decir –lo creo sinceramente– que en aquel año, 1871, se decidió el rumbo de  México, un rumbo que siguió casi sin alteración hasta nuestro tiempo.

Juárez decidió presentarse otra vez como candidato, a pesar de todas las opiniones en contrario. Con cerca de 15 años en el poder eso era ya de por si malo. Pero lo peor es que don Benito recurrió a todas las artes buenas y malas — más malas que buenas–, para lograr el triunfo. Lo diré en pocas pero precisas palabras: Benito Juárez recurrió a toda suerte de maquinaciones y también a la corrupción y al fraude electoral, para imponerse sobre sus rivales en la crucial elección de 1871. De esa manera puso a nuestro país en la ruta por la que transitamos durante muchos años: la antidemocracia. No estoy desvirtuando los hechos ni exagerándolos. Esa es una verdad que no se debe encubrir y menos aún callar.

El presidente Juárez jamás reparó en los medio; los uso todos, aun los que comprometían la integridad nacional, con tal de ver asegurado el cumplimiento de su afán de poder. También recurrió a todo el presidente para ganar la elección de 1871. Una nube de agentes suyos andaba por los estados y trabajaban en el Distrito Federal a fin de asegurar el triunfo. No eran propagandistas, no; eran agentes a sueldo con instrucciones de comprar al que se dejara y presionar al que no.” (Catón, Díaz y Madero. La espada y el espíritu, 2010; 26).

Cualquier parecido con la actualidad es mera coincidencia, en esa elección Juárez venció a Porfirio Díaz y a Sebastián Lerdo de Tejeda; en la campaña por la presidencia tuvieron una participación determinante los gobernadores de los estados, los diputados que en su mayoría eran afines al Presidente y dominaban en el Congreso, a quien recurrentemente le autorizaban poderes extraordinarios para combatir los levantamientos que surgían contra su administración, el ejército controlaba y terminaba con cualquier movimiento que surgía, como la del gobernador de Nuevo León, que se inclinó abiertamente por Díaz.

Como quedaron las estadísticas de ese entonces, sin ninguna casa encuestadora que las predijera: “según los datos oficiales –poco creíbles– se recogieron más de doce mil, en los términos de la legislación vigente seria declarado Presidente de la Republica el candidato en cuyo favor hubiese sufragado la mitad más uno de los ciudadanos, no el que obtuviese simple mayoría. En caso de que ninguno de los aspirantes obtuviese el número de votos requerido, la elección seria decidida por el Congreso.

No pongamos mucho suspenso en el relato. Digamos de una vez el resultado de la elección, aunque la gente no lo supo sino hasta casi tres meses después de hecha la votación, y eso que aún no había sistemas que se cayeran. De los doce mil doscientos sesenta y seis votos electorales emitidos, Juárez  obtuvo cinco mil ochocientos treinta y siete, don Porfirio Díaz tres mil quinientos cincuenta y cinco y Lerdo de Tejada dos mil ochocientos setenta y cuatro. (Catón, Díaz y Madero. La espada y el espíritu, 2010; 31).

Benito Juárez necesitaba seis mil ciento treinta y cuatro votos, que no los obtuvo, todo quedaría en manos del Congreso, el desenlace fue la reelección en 1871.

X