Por Raúl MARCELINO VICTORIA
Pese a lo que digan las autoridades estatales, municipales o federales, la reapertura de la economía en el país está más que turbia y mucho muy difícil para todo el sector productivo tan golpeado por la cuarentena a raíz de la aparición y esparcimiento en nuestro país del COVID-19.
Sin lugar a dudas, para que haya un verdadero movimiento económico se requieren recursos: plata, dinero, ante la descapitalización de empresas, de comercios medianos, pequeños y micros tan golpeados por las autoridades en sus lugares de origen.
Mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador asegura que se va a reactivar la economía nacional, incluso con el acceso a créditos con recursos del gobierno y del Banco Azteca, en algunos municipios y estados el asunto es distinto.
Absurdos políticos se ensañan con el llamado comercio popular, pues envían a zonas como mercados o terminales de autobuses foráneos, inspectores- hombres y mujeres- acompañados por granaderos para amedrentar a los comerciantes que se atreven a vender diversos productos en la vía pública.
Tal vez ese tipo de oprobiosas actitudes se deban al temor de la propagación del COVID-19; empero, no son las formas de tratar a las personas que se ganan la vida honradamente. ¿Después de todo, con qué, de qué van mantener a sus familias? La delincuencia no es el camino.
Con medidas como el distanciamiento de lugares, con la programación de una a más veces –días- el funcionamiento de un tianguis o de una zona de comercio popular es suficiente para contener el brote de la pandemia. No obstante, se opta por la represión, principalmente donde gobiernan políticos que llagaron al poder con las siglas del Movimiento Regeneración Nacional (MORENA). Ejemplo: Toluca.
A propósito, mucho se ha satanizado al comercio popular, al cual la reacción le ha denominado “informal”, “economía subterránea”, “ilegal”, etcétera, cuando es una actividad pivote que ha evitado por muchos años el estallido social en medio de políticas erróneas que han rayado en la pobreza.
Con lo de la pandemia mundial y las medidas de confinamiento mucha gente, muchos profesionistas para subsistir ante una paralizada economía han optado por el comercio popular. Si se han convertido en prestadores de servicios al ofrecer diversos productos al público consumidor ya sea en las calles o por medio de internet. El asunto ganar unas monedas para tener algo que comer.
Así por calles y callejuelas, en torno a mercados eludiendo a los inspectores, personas güeras, güeros; hermosas chicas, profesionistas de todas las carreras venden empanadas, gelatinas, tortas económicas, tacos de guisado, pancita, pozole, dulces y más mercancías lícitas para poder subsistir.
En tanto los tres niveles de gobierno alardean con la supuesta entrega de créditos para reactivas la economía, cuando no se ve tal. Sólo se nota la desesperación de la ciudadanía por la subsistencia cotidiana. Los que no han optado por el mal llamado comercio informal, se han quitado la vida al sentirse impotentes.
Si a todo lo anterior le agregamos que en algunos estados el próximo año habrá elecciones locales, por lo que han iniciado los partidos políticos su respectiva participación en la contienda en aras de ganar y/o recuperar espacios; habrá sendas campañas de desprestigio. Y no se dude que hasta sea utilizada la pandemia del COVID-19 para ganar adeptos y por ende, votos.
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