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Artículo.- La transculturación política y el poder

La transculturación no solo se da en el ámbito histórico o antropológico, sino también en lo político. Antaño, las grandes culturas fundadoras de la perla mexicana, mediante el sometimiento, desde la época de la colonia española dejaron influencias por las costumbres occidentales adoptado la condimentación de alimentos, la lengua, le religión, usos y costumbres.

En la actualidad, en el campo político vemos que los discursos de las entidades de interés público y los contendientes a los distintos cargos de elección popular emulan a personajes extranjeros para tratar de ganar los votos de la ciudadanía, que les permitan lograr sus aspiraciones (llegar a ser Alcaldes, Diputados Locales o Federales, Senadores o Gobernadores).

Las clases políticas mexicanas utilizan las estrategias de ataques, dimes y diretes y una que otra difamación para posicionar la imagen de sus candidatos, sabedores que de esta manera lograrán el incremento de la clientela de votantes.

Para eso, hacen a un lado la difusión de las propuestas que abanderan. ¿Para qué difundirlas?, ¿total, lo que interesa es llegar? Del cumplimiento de las plataformas políticas ya ni se acuerdan una vez que lograron insertarse en el presupuesto gubernamental, dándose el lujo de ya no regresar más a los lugares recorridos en busca del voto ciudadano.

Si a lo anterior le aunamos el uso de la alta tecnología (computadoras, celulares: las redes sociales), a los políticos se les facilita la manipulación de las masas, generalmente habidas de morbo. Sí, es más cotorro leer o ver como se pelean los interesados en llegar a ser “representantes populares”, en aras de llegar a tener el poder necesario que les permita lograr más proyectos personales o de grupo.

Sin discriminar nombres de partidos, líneas políticas o filosóficas, prácticamente todas las corrientes aprovechan estar en el poder para apuntalarse; seguir en la jugada del quehacer púbico, porque es un modus vivendi muy holgado que contribuye a amasar fortunas para adquirir propiedades o invertir en empresas u bienes raíces.

Llegan, incluso, a hacer uso de la infraestructura, de las áreas de inteligencia o de impartición de la justicia para investigar y desacreditar a quienes han ocupado un cargo público de importancia mayor o menor. El chiste es descalificar para ganar votantes, aunque luego ya no cumplan sus promesas de campaña.

Es lamentable que cada día la honradez, el trabajo serio, el servicio comunitario limpio esté quedando atrás, en el olvido. ¿Hasta cuándo se tomará en serio el servicio público?  Es necesario que las nuevas generaciones tomen muy en cuenta que el país requiere de personas: hombres o mujeres entregados a servirle a la población en un contexto de responsabilidad.

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