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Luis Zamora Calzada

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ESCUELAS NORMALES, LA GRAN OMISIÓN DE LA REFORMA EDUCATIVA

La adición a la fracción III del Artículo 3ro. Constitucional, en la reforma decretada en veintiséis de febrero de dos mil trece, determinó que “adicionalmente, el ingreso al servicio docente y la promoción a cargos con funciones de dirección o de supervisión en la educación básica y media superior que imparta el Estado, se llevarán a cabo mediante concursos de oposición que garanticen la idoneidad de los conocimientos y capacidades que correspondan…”, refiriendo únicamente a los niveles de preescolar, primarias, secundarias en sus diferentes modalidades y las escuelas preparatorias, que brindan el servicio en todo el país.

La fracción VII del mismo Artículo, se ocupa de la educación superior, ordenado que “las universidades y las demás instituciones de educación superior a las que la ley otorgue autonomía, tendrán la facultad y la responsabilidad de gobernarse a sí mismas; realizarán sus fines de educar, investigar y difundir la cultura de acuerdo con los principios de este artículo, respetando la libertad de cátedra e investigación y de libre examen y discusión de las ideas; determinarán sus planes y programas; fijarán los términos de ingreso, promoción y permanencia de su personal académico; y administrarán su patrimonio. Las relaciones laborales, tanto del personal académico como del administrativo, se normarán por el apartado A del artículo 123 de esta Constitución,…”.

En ninguna de las partes de ambas fracciones se menciona la educación normal, es la gran ausente en la reforma constitucional de dos mil trece; las escuelas formadoras de maestros no cuentan con autonomía, mucho menos con un decreto de creación que les permita personalidad jurídica y financiamiento propio, su dependencia es directamente con las Secretarías de Educación y sus trabajadores se rigen por las ley secundaria del apartado “B” del Artículo 123 Constitucional y las determinadas en las entidades federativas provenientes de la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado.

Dicha omisión deja fuera a los trabajadores de ese nivel de los concursos de oposición para su ingreso y permanencia, a ellos no les aplicarán evaluación alguna que ordene el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), que comunicó el jueves anterior, “…que la crisis educativa del país nace en las Escuelas Normales, pues tres de cada cinco que estudian para ser profesores, es decir 78 mil jóvenes, provienen de familias cuyos ingresos económicos están por debajo de la línea de bienestar mínimo definida por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social.”.

En definitiva, los intelectuales orgánicos que diseñaron la reforma al multicitado Artículo, no diferenciaron que las Escuelas Normales si bien es cierto pertenecen a educación superior, también lo es que no son iguales a las Universidades que tienen autonomía, ni guardan parecido con la Universidad Pedagógica Nacional, tampoco son culpables de la crisis educativa actual, los alumnos normalistas por ser pobres, no pueden ser el origen de todos los males sociales generados por las elites en el poder.

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